“Enfréntate a las estrellas de rock”, desafía Bono en una de las piezas de “No Line On The Horizon”. A eso vamos, pues.
De acuerdo: puede que U2 se hayan convertido en un blanco fácil y que para despellejarlos haya que pedir tanda y ponerse a la cola, pero ellos se lo han buscado. Ellos solitos, sin ayuda de nadie. No se puede anunciar a bombo y platillo “la reinvención del rock” y acabar entregando ESTO. De ninguna manera.
Esto, para entendernos, es el nuevo disco de los irlandeses y la enésima prueba de que desde que grabaron “Acthung Baby” cada nuevo trabajo les pilla con el paso cambiado y sin saber qué camino seguir. ¿Insistir con el rock musculoso, coquetear con la electrónica o regresar a la épica grandiosa y atmosférica de los ochenta?
Ante la duda, los irlandeses han picoteado de aquí y de allá, han reclutado a Daniel Lanois y Brian Eno para abrigarse con sus poderes de superproductores y se han etretenido trenzando estrofas mesiánicas y redentoras en un palacete de Fez (Marruecos). Así, entre frases como “solo el amor puede curar una herida como esa” o “el mundo necesita un gran beso”, Bono, The Edge, Adam Clyaton y Larry Mullen han dado forma a su Sermón de la Montaña versión hi-tech, un disco que empieza casi-bien pero se desinfla a las primeras de cambio y convierte lo que se anunció como “el trabajo más innovador y desafiante del grupo” en una alarmante falta de ideas y, sobre todo, canciones.
Será que para reinventar el rock quizá no hace falta maquillarse con producciones grandilocuentes y baste con sentarse a intentar escribir buenas canciones. Canciones como las que firmaban hace dos décadas y que, seamos realistas, están a años luz de las de “No Line On The Horizon”.
Pero claro, hace años que U2 se fijan más en el cómo que en el qué, y eso se nota: ahogado por la producción, “No Line On The Horizon” es un notable en diseño sonoro y manejo de texturas que, sin embargo, cojea estrepitosamente por el lado de las canciones. Sólo "No Line On The Horizon", “I’ll Go Crazy If I Don’t Go Crazy Tonight” y “Cedars Of Lebanon” consiguen asomar la cabeza entre excursiones exóticas, pastiches de funk, garage de manual y épica pasada de vueltas a lo Simple Minds. El morir, vamos.
David Morán
(Artículo publicado originalmente en el suplemento M360 de ABC el 6 de marzo de 2009)
De acuerdo: puede que U2 se hayan convertido en un blanco fácil y que para despellejarlos haya que pedir tanda y ponerse a la cola, pero ellos se lo han buscado. Ellos solitos, sin ayuda de nadie. No se puede anunciar a bombo y platillo “la reinvención del rock” y acabar entregando ESTO. De ninguna manera.
Esto, para entendernos, es el nuevo disco de los irlandeses y la enésima prueba de que desde que grabaron “Acthung Baby” cada nuevo trabajo les pilla con el paso cambiado y sin saber qué camino seguir. ¿Insistir con el rock musculoso, coquetear con la electrónica o regresar a la épica grandiosa y atmosférica de los ochenta?
Ante la duda, los irlandeses han picoteado de aquí y de allá, han reclutado a Daniel Lanois y Brian Eno para abrigarse con sus poderes de superproductores y se han etretenido trenzando estrofas mesiánicas y redentoras en un palacete de Fez (Marruecos). Así, entre frases como “solo el amor puede curar una herida como esa” o “el mundo necesita un gran beso”, Bono, The Edge, Adam Clyaton y Larry Mullen han dado forma a su Sermón de la Montaña versión hi-tech, un disco que empieza casi-bien pero se desinfla a las primeras de cambio y convierte lo que se anunció como “el trabajo más innovador y desafiante del grupo” en una alarmante falta de ideas y, sobre todo, canciones.
Será que para reinventar el rock quizá no hace falta maquillarse con producciones grandilocuentes y baste con sentarse a intentar escribir buenas canciones. Canciones como las que firmaban hace dos décadas y que, seamos realistas, están a años luz de las de “No Line On The Horizon”.
Pero claro, hace años que U2 se fijan más en el cómo que en el qué, y eso se nota: ahogado por la producción, “No Line On The Horizon” es un notable en diseño sonoro y manejo de texturas que, sin embargo, cojea estrepitosamente por el lado de las canciones. Sólo "No Line On The Horizon", “I’ll Go Crazy If I Don’t Go Crazy Tonight” y “Cedars Of Lebanon” consiguen asomar la cabeza entre excursiones exóticas, pastiches de funk, garage de manual y épica pasada de vueltas a lo Simple Minds. El morir, vamos.
David Morán
(Artículo publicado originalmente en el suplemento M360 de ABC el 6 de marzo de 2009)
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