El chaparrón de Calle 13
















Los puertorriqueños impusieron sus ritmos latinos en una primera noche de BAM que, a pesar de la lluvia, sólo quedó algo deslucida por la suspensión de los escenarios de la plaza de la Odissea y de la antigua fábrica de Fabra i Coats.



A trancas y barrancas, con dos escenarios fuera de juego por culpa de la lluvia y el público haciendo malabarismos con el paraguas para poder seguir los conciertos con cierta normalidad, la música de la Mercè comenzó a desparramarse anteanoche por el centro de la ciudad con un ritmo que, por momentos, parecía adecuarse a los caprichos de la meteorología. Así, entre la sequía creativa de los esperpénticos The Do, la fina llovizna de las canciones que mojan pero no empapan de Facto De La Fe y Las Flores Azules y el torrencial chaparrón rítmico de Calle 13, el BAM abrió las puertas de su decimosexta edición con un ojo pendiente del cielo y el otro tratando de orientarse entre los continuos volantazos estilísticos.

No hubo demasiadas sorpresas en una noche que vivió su primer lleno en la plaza Reial con la actuación de Facto De La Fe y Las Flores Azules. Animosos y vitalistas, los barceloneses reordenaron su colección de préstamos del hip hop desengrasados por la solemnidad del pop y consiguieron que el público acabara olvidándose del tiempo. Empezaba a llover de verdad, pero nadie parecía inmutarse. Incluso los lateros, previsores ellos, se adecuaron a las inclemencias del tiempo y, visto y no visto, en pocos minutos habían cambiado las cervezas por los paraguas. Mucho más laberíntico, brumoso y con una arquitectura rítmica repleta de matices jamaicanos, el estreno de Cirkus en la plaza dels Àngels sirvió para reencontrarse una Neneh Cherry en espléndida forma y comprobar cómo los restos del trip hop siguen atomizándose en partículas electrónicas cada vez más fragmentadas y minúsculas.

A la una de la mañana, el Parc del Fòrum, camión escoba con el que el Ayuntamiento quiere barrer cualquier tipo de aglomeración en el centro de la ciudad pasada la madrugada, ya empezaba a medio llenarse. Es lo que tiene el Fòrum: es tan desproporcionadamente grande que siempre se queda a medio llenar. Aún así, ni todos los metros cuadrados de cemento del mundo conseguirían disimular que mezclar las churras de Melendi con las merinas de Calle 13 y el traqueteo sintético del discjockey que recibía a los visitantes con un crochet electrónico directo al tímpano sigue siendo, como mínimo, inapropiado. Máxime cuando la ubicación de los escenarios era como una jornada de puertas abiertas a la contaminación acústica y las canciones anestesiadas servidas en el escenario de Cadena 100 acababan haciéndose un lío con la barra libre de rimas que Shotta,Chacho Brodas y Ari servían a (demasiados) pocos metros.

En la primera noche de BAM, el rap español tomó la palabra, pero el auténtico revolcón rítmico llegó de la mano de Calle 13, nuevos paladines de la música urbana que, como unos Fabulosos Cadillacs sintéticos y desquiciados, se reivindicaron como exploradores de los ritmos latinos y aventureros de un género, el reggaeton, que han dinamizado a fuerza de inyectarle destellos de cumbia, son, hip hop, bases electrónicas e incluso arreglos balcánicos. Deslenguados y exhuberantes, los puertorriqueños alternaron el alto voltaje de “El tango del pecado” y “La cumbia de los aburridos” con la denuncia social de “Pal Norte” y el estreno de la inédita “Fiesta de locos” y acabaron firmando los cincuenta minutos más explosivos e incendiarios de la noche inaugural de la Mercè.

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