Spooks-Steal Your Soul

Soul revolution

La tradición manda: llega el Primavera Sound o, como en este caso, el Primavera Club; los conciertos se suceden con cierta normalidad y de repente aparece alguien que la lía gorda. Pero bien gorda. Ocurrió con Shellac, ocurrió de nuevo con The Twilight Singers y, contra todo pronóstico, ocurrió también con Eli "Paperboy" Reed & The True Loves.


Fue, a pesar de Mark Lanegan & Isobel Campbell, Mika Miko y Deerhoof, EL CONCIERTO del Primavera Club 2008; el único que consiguió arrancar al público de sus asientos y poner a prueba los nervios de los gorilas de seguridad del Auditori del Fòrum con una una invasión de escenario que a punto estuvo de convertirse en avalancha.

Había que verlo sacudiéndose sobre el escenario mientras esa hormigonera de ritmo y vientos que son los True Loves pisaban el acelerador con "(Doin' The) Boom Boom" para hacerse una idea del tipo de sangre que corre por las venas del estadounidense. Sangre retro, sí, pero no por eso menos excitante y efervescente. Tremendo. De verdad.

(Doin The) Boom Boom - Eli Paperboy Reed & The True Loves

"Stake Your Claim". Eso, Eli, hazte valer. Veamos: hay quien ve en el norteamericano a un lechugino blanco con muchos discos y pocas ideas y, bien mirado, puede que cualquier disco de soul de los sesenta le da cien patadas, pero él tiene ALGO. O, mejor dicho, tiene ESO. ¿Y qué es ESO?

Allá vamos: es blanco, de Massachusetts y lleva apenas 24 años sobre la tierra, pero canta como si Wilson Pickett se le hubiese metido por la pernera del pantalón para clavarle chinchetas en la pantorilla. Su voz suena desgarrada, creíble e insólitamente atemporal; nada que ver con las toneladas de música digestiva y estilizada que los publicistas cool nos quieren colar como soul. No, esto es otra cosa.

En el autor de "Roll With You" se intuye el descaro centrifigado de Jackie Wilson y la energía magnética de Ottis Reeding. Y luego están las canciones... ¡Qué canciones! Fogonazos de soul rugoso e hipervitaminado que no desentonarían a lado de las grandes joyas de Stax, Volt o Hi. Parecen versiones pero, créanlo, son composiciones propias y originales.

Am I Wasting My Time? Para nada, Eli, para nada. El mundo necesita música así. Pequeños toques de atención y recordatorios de que no todo acaba en el drone rock y el folk experimental tocado con cacerolas. Es viejo y es retro, sí, pero es necesario. Y no, esto no tiene que ver con el "cualquier tiempo pasado fue mejor", sino con la máxima de que cualquier tiempo pasado fue importante y es importante conocerlo.

Si la memorable actuación de Eli "Paperboy" Reed & The True Loves sirve para que al menos una de las cerca de dos mil personas que se retorcía de placer en el Auditori salga con ganas de atar cabos, mejor que mejor.

Si no, por lo menos tendrán una actuación monumental e incendiara para archivar en el disco duro.





LA SGAE, dale que dale

Pues sí, vamos a acabar todos en la cárcel. O en el infierno, que para la SGAE debe ser más o menos lo mismo.

La policía revisa la maleta del discjockey de la sala Low de Madrid el pasado mes de noviembre. ¿Sabrán los señores agentes qué es un white label?


En vista de que cualquier día de estos nuestro disco duro excretará un recaudador de la SGAE dispuesto a pasar el cepilo en cuanto acariciemos siquiera el icono del Emule o pronunciemos en voz alta la palabra rapidshare –¿que no? entra aquí o, si lo prefieres, aquí–, mejor irse preparando para la que se avecina. Y la se avecina es, según una ilustrativa tabla de ejemplos que circula por Internet, tan disparatada y absurda que, como todo lo que tenga que ver con el afán recaudatorio disfrazada de defensa de los autores, suena a broma pesada. Lean, lean, que no tiene desperdicio.


1. PREGUNTA

a) Luís se descarga una canción de Internet.

b) Luís decide que prefiere el disco original y va a El Corte Inglés a hurtarlo. Una vez allí, y para no dar dos viajes, opta por llevarse toda una discografía. La suma de lo hurtado no supera los 400 euros.

RESPUESTA: La descarga de la canción sería un delito con pena de 6 meses a dos años. El hurto de la discografía en El Corte Inglés ni siquiera sería un delito, sino una simple falta (art. 623.1 del Código
Penal).

2. PREGUNTA:

a) Luís se descarga una canción de Internet.

b) Luís va a hurtar a El Corte Inglés y, como se la va la mano, se lleva cincuenta compactos, por valor global de 1.000 euros.

RESPUESTA: Seguiría siendo más grave la descarga de Internet. El hurto sería un delito, porque supera los 400 euros, pero sería de menor pena que la descarga (art. 234 del Código Penal).

3. PREGUNTA:


a) Sergio, en el pleno uso de sus facultades mentales, se descarga una canción de Malena Gracia.

b) Sergio, en un descuido de Malena Gracia, se lleva su coche y lo devuelve 40 horas después.

RESPUESTA: Sería mas grave la descarga. El hurto de uso de vehículo tiene menos pena, a tenor
del articulo 244.1 del Código Penal.

4. PREGUNTA:


a) Ocho personas se intercambian copias de su música favorita.

b) Ocho personas participan en una riña tumultuosa utilizando medios o instrumentos que pueden poner en peligro sus vidas o su integridad física.

RESPUESTA: Es menos grave participar en una pelea que participar en el intercambio de compactos. Participar en una riña tumultuosa tiene una pena de tres meses a un año (art. 154 del Código Penal) y el intercambio tendría una pena de 6 meses a 2 años (art. 270 del Código
Penal). Si algún día te ves obligado a elegir entre participar en un intercambio de copias de CDs o participar en una pelea masiva, escoge siempre la segunda opción, que es obviamente menos reprobable.

5. PREGUNTA:

a) Juan copia la última película de su director favorito de un DVD que le presta su secretaria Susana.

b) Juan, aprovechando su superioridad jerárquica en el trabajo, acosa sexualmente a su secretaria Susana.

RESPUESTA: El acoso sexual tendría menos pena según el artículo 184.2
del Código Penal.

6. PREGUNTA:

a) Pedro y Susana van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar copias de películas educativas de dibujos animados protegidas por copyright y sin autorización de los autores.

b) Pedro y Susana van a un colegio y distribuyen entre los alumnos de preescolar películas pornográficas protagonizadas y creadas por la pareja.

RESPUESTA: La acción menos grave es la de distribuir material pornográfico a menores según el articulo 186 del Código Penal. La distribución de copias de material con copyright sería un delito al existir un lucro consistente en el ahorro conseguido por eludir el pago de los originales cuyas copias han sido objeto de distribución.

7. PREGUNTA:

a) Ramón, que es un bromista, le copia a su amigo el último disco de Andy y Lucas, diciéndole que es el 'Kill'em All' de Metallica.

b) Ramón, que es un bromista, deja una jeringuilla infectada de SIDA en un parque público.

RESPUESTA: La segunda broma sería menos grave, a tenor del artículo 630 del Código Penal

8. PREGUNTA:

a) Juan fotocopia una página de un libro.

b) Juan le da un par de puñetazos a su amigo por recomendarle ir a ver la película 'Los Ángeles de Charlie'.

RESPUESTA: La acción más grave desde un punto de vista penal sería la 'a', puesto que la reproducción, incluso parcial, seria un delito con pena de 6 meses a dos años de prisión y multa de 12 a 24 meses. Los puñetazos, si no precisaron una asistencia médica o quirúrgica, serían tan solo una falta en virtud de lo dispuesto en el artículo 617 en relación con el 147 del Código Penal.

Espirituales blancos

Flotando en el espacio... otra vez.


Como más vale tarde que nunca y en vista de que se acerca esa época del año en la que mientras el resto del mundo decide dónde poner las luces de Navidad nosotros nos entretenemos haciendo listas con los mejores discos del año –sí, hay gente para todo–, aquí va la reseña del último disco de Spiritualized que apareció en el suplemento ABCD Las Artes y Las Letras el 22 de mayo de 2008.

SPIRITUALIZED
"SONGS IN A & E"
CASTLE RECORDS, 2008

Advirtió Jason Pierce a principios del año pasado que el nuevo trabajo de Spiritualized , inestable vehículo espacial con el que el británico ha venido tanteando atmósferas alucinadas y melodías adulteradas con helio desde la disolución de Spacemen 3, acabaría siendo lo más parecido a un trabajo interpretado por el diablo bajo su supervisión musical. La cosa, en efecto, prometía, pero ya sea por la deslumbrante gira acústica que le llevó a desmadejar su repertorio junto a un cuarteto de cuerda y un coro de gospel o por la neumonía bilateral que le dejó postrado en cama y al borde de la muerte, lo cierto es que Songs In A & E es cualquier cosa menos diabólico.



Se trata, en todo caso, de un disco angelical y redentor en el que el artista también conocido como J Spaceman reabre la herida del gospel y los espirituales psicodélicos para transformar sus lamentos en oraciones y seguir clamando al cielo en busca de aquel estado de ánimo que le llevó a descomprimirse en el mágico e irrepetible Ladies And Gentleman We Are Floating In Space .

REHABILITACIÓN SIN POMPA. Lejos ya de aquella espiral de drones y adicciones que, junto a Sonic Boom, le llevó a acuñar la ya célebre máxima de "taking drugs to makemusic to take drugs to...", el autor de Medication se lame las heridas y, después de expulsar todos sus demonios en el electrificado Amazing Grace , acaricia de nuevo la pompa orquestal del faraónico Let It Come Down sin llegar a caer en el mismo precipicio sinfónico que le absorbió hace siete anos.

Mas meditado y contenido, Songs In A & E es, como su propio nombre sugiere, una colección de acordes mayores y menores, canciones tristes y eufóricos cantos a la derrota, en la que Pierce desliza sutilmente una serie de interludios instrumentales que, del Harmony 1 al Harmony 6, rebajan la tensión instrumental y airean el metraje de un álbum en el que el británico parece reconstruirse canción a canción. Asi, de la inaugural Sweet Talk a una hipnótica Goodnight Goodnight que, en forma de nana, echa el cierre al disco, el sexto album de estudio de Spiritualized documenta el proceso de rehabilitación de un artista que suena por fin revivido y, según parece, redimido.

Soul On Fire - Spiritualized

AJUSTE DE CUENTAS. Aun así, no es Songs In A & E un relato pormenorizado y dramatizado de la enfermedad de Pierce y sus coqueteos con la muerte –casi todas las canciones están escritas antes de su paso por el hospital–, sino un sincero ajuste de cuentas consigo mismo en el que el uso y abuso de palabras como alma, fuego y llamas le sirve para anudar su garganta a briosos esbozos de gospel inflamado como Soul On Fire y alambicadas piezas de jazz borroso como la esplendida Baby I'm Just A Fool, eje central de un album que, pese a todo, contiene tambien desahogos electricos y caprichos cercanos al krautrock como Yeah Yeah y I Got Fire.

Nada comparable, sin embargo, al escalofrío que acompana a Death Take You Fiddle, inquietante lamento en el que la voz moribunda de Pierce se solapa al sonido de un respirador de hospital dibujando la cumbre conceptual y sonora de un álbum que, sin llegar a alcanzar la cota de intensidad e ingenio de anteriores producciones, si que coloca a Pierce de nuevo en el buen camino.

Sobredosis Motown

Diez discos y más de doscientas canciones para repasar todos (T-O-D-O-S) los números 1 de la Motown. Y lo mejor de todo es que, a diferencia de los brillantes pero algo escuchimizados volúmenes de "Hitsville USA. The Motown Singles Collection", los discos vienen servidos en un imponente cofre que reproduce el histórico cuartel general de la Motown en el West Grand Boulevard de Detroit.
¿Seguro que todavía no sabes qué pedir por Navidad?


Keep On Running

El grito de Matt Elliot


Ni reposo ni luz al final del túnel ni nada parecido. «Es lo único que queda y por eso aúllo», sentencia Matt Elliott. No, después de la tormenta ya no viene la calma, sino otra tormenta aún peor y mucho más encarnizada. Ocurrió con Failing Songs (2006), demoledora continuación del asombroso Drinking Songs (2005) y ocurre ahora con Howling Songs, tercera y última entrega de esa serie de discos temáticos y emocionalmente calcinados en los que el músico británico se presenta con el ánimo hecho trizas y las vísceras desparramadas de cualquier manera por el estudio. (Seguir leyendo)




El cortometraje recreativo de Franz Ferdinand


Se les puede acusar de tacaños, de haber desaparecido del escenario cuando apenas llevaban una hora raspada sobre él y de desprender cierto tufillo a escuela de arte que, por fortuna, se diluye con los vapores del directo. Se les puede acusar de todo esto y de algunas cosas más, como que "No You Girls" les saliera tarada y aburrida, pero si hay algo innegable es que, hoy por hoy, Franz Ferdinand es una de las bandas más en forma del renovado rock británico y una de las pocas que ha conseguido sobrevivir a la epidemia post-punk que asoló las Islas Británicas en 2003.

No son, sin embargo, unos supervivientes, sino cuatro estrellas de Glasgow capaces de manejar cifras deslumbrantes desde una discográfica independiente –tres millones de copias facturas de su debut homónimo– y con un crecimiento tan meteórico que su paso por un recinto como el Espacio Movistar solo puede entenderse como una caprichosa anomalía.

Adelantándose un par de meses a la edición de su tercer trabajo, “Tonight” y arropados por el ambiente casi doméstico de la carpa, los escoceses salieron con ganas de morder y, la primera en la frente, se estrenaron con la inédita y rotunda “Bite Hard”, incontestable pistoletazo de salida a una noche de ritmos dislocados, guitarras cruzadas e himnos acorazados.


Sin apenas detenerse a recuperar fuelle, los autores de “You Coud Have It So Much Better” forzaron al máximo su colección de espasmos eléctricos, potenciaron la faceta más recreativa de su repertorio y, picoteando de aquí y allá con estrenos sintetizados como “Turn It On”, “What She Came For” y “Ulyssed” y viejos clásicos como “Matinee”, “Michael”, “Take Me Out” y “This Fire”, firmaron una convincente reivindicación de su perfil más festivo.

No pierden el tiempo los de Alex Kapranos y, a la altura de “Do You Want To”, segunda detonación de la noche, ya habían desatado una improvisada e imperfecta coreografía de brazos en alto, coro desgañitados y caderas cimbreantes. Gimnasia indie para una banda que, pese a haber reconocido que una de sus motivaciones es componer música para hacer bailar a las chicas, consiguió con su regreso a la ciudad que incluso los cámaras de televisión que se apelotonaban junto a la mesa de sonido acabaran sacudiendo las articulaciones.

Fue breve, sí, pero es en las apreturas del cortometraje y en las distancias cortas donde los escoceses consiguen potenciar todas sus virtudes y controlar unas canciones que se les empezaron a escapar de las manos cuando accedieron a la aparatosa liga de los grandes pabellones.


El muro de Lou Reed

35 AÑOS DESPUÉS DE PUBLICAR «BERLIN», EL EX LÍDER DE LA VELVET UNDERGROUND CULMINA EL PROCESO DE RESTITUCIÓN DE SU CLÁSICO MALDITO CON UN ÁLBUM QUE RECOGE SUS ACTUACIONES EN NUEVA YORK EN DICIEMBRE DE 2006



No hace mucho, coincidiendo con su visita a Barcelona para participar en el festival literario Kosmopolis, Lou Reed trató de desmentir la presunta oscuridad y sordidez en la que se viene sumiendo su discografía desde principios de los setenta asegurando que, comparado con Shakespeare, lo suyo es un juego de niños. «Suele decirse que The Bed es una canción deprimente pero, ¿qué hay de Otelo o Hamlet?», aseguró el neoyorquino señalando directamente hacia el corazón de Berlin, álbum que, por mucho que le pese a su autor, sigue siendo uno de los hitos trágicos y tenebrosos de la historia del rock.

El disco, publicado originalmente en 1973 y vilipendiado en su día por la crítica, revive de nuevo convertido en el paradigma de las obras maestras incomprendidas gracias a Berlin: Live At St. Ann's Warehouse, álbum que recoge la presentación en vivo del disco que el periodista Lester Bangs calificó como «quizás el disco más triste nunca escrito».

La grabación llega tarde, casi dos años después de que Lou Reed desempolvase oficialmente el disco en una exclusiva tanda de conciertos en Nueva York, Sidney y Europa, y cerca de un año y medio después de que Julian Schabel documentase en una película homónima aquella serie de recitales. Aún así, todo parece ajustarse al guión original que Reed había ideado para su tercer disco en solitario tras la escisión de The Velvet Underground.



«En aquel momento quise sacar un disco para luego montarlo en teatro y hacer con él una gira. Ése era el plan original, que finalmente no salió, debido a las críticas», ha asegurado recientemente un músico que, tocado pero no hundido, ha necesitado más de tres décadas para rehabilitar la importancia de una obra concebida como una película para los oídos ubicada en una ciudad dividida y protagonizada por Jim y Caroline, dos personajes marginales instalados en un ciclón de amor depresivo, toxicomanía, celos y autodestrucción.

El planteamiento, excesivamente cruel y ambicioso, chocó frontalmente con las expectativas de quienes esperaban una nueva y alocada crónica de las noches de neones y lentejuelas neoyorquinas. «Hay algunos discos tan claramente ofensivos que uno desearía tomar algún tipo de venganza física contra los artistas que los han perpetrado», podía leerse en la crítica que publicó en su día la revista Rolling Stone.

Dulce venganza. Treinta y cinco años después de aquéllo, el autor de Metal Machine Music se reconcilia definitivamente con su pasado y culmina su dulce venganza con la edición de una grabación en vivo que, más allá de reivindicar la innegable condición de obra maestra de Berlin, reproduce con pelos y señales la demoledora mezcla de tragedia, majestuosidad y épica del álbum original.



En Berlin: Live At St. Ann's Warehouse, la tensión se puede mascar desde que las voces del Brooklyn Youth Chorus irrumpen doblegando la historia y convirtiendo el epitafio de Sad Song en un amenazante prólogo, pero el punto clave, el momento en que todas las piezas encajan de un modo estremecedor, hay que buscarlo, una vez más, en The Bed. Una garganta ajada retransmite las imágenes que le pasan a Jim por la cabeza mientras contempla la cama en la que se acaba de suicidar Caroline y el coro, ese coro de voces cándidas y aflautadas, intenta aliviar el escozor de los recuerdos inyectando un poco de dulzura. El efecto, faltaría más, es devastador. «Este es el sitio donde ella ponía la cabeza cuando se iba a la cama por la noche y este es el sitio donde nuestros hijos fueron concebidos», se oye entre acordes secos de guitarra e inquietantes apuntes de trombón. No, esto no es una presentación en vivo al uso, sino un impecable ajuste de cuentas y un retorcido duelo con la memoria.

Tragedia en diez actos. Acostumbrados al Lou Reed espartano y minimalista que solventa casi todas sus actuaciones con tres músicos de acompañamiento y una crispada deconstrucción de su repertorio, el montaje que presentó los días 15 y 16 de diciembre en el St. Ann's Warehouse de Brooklyn roza lo fastuoso: doce niñas del Brooklyn Youth Chorus, secciones de viento y cuerda, coros a cargo de Antony y Sharon Jones, Tony Smith a la batería, Fernando Saunders y Rob Wasserman a los contrabajos, Rupert Christie a los teclados y Steve Hunter, único superviviente junto a Reed de la formación que grabó el disco en 1973, a la guitarra. Una alineación estelar e insólitamente abultada que reproduce la tragedia de Jim y Caroline con una fidelidad milimétrica.

Y es que, a pesar de no ajustarse exactamente a lo que Lou Reed tenía en mente cuando se apeó de la ola de Transformer, Berlin es un disco de emociones demolidas y sentimientos calcinados. Una tragedia en diez actos que empieza «en Berlin, junto al muro» y acaba con Jim entonando la más triste de las canciones. Suenan los últimos acordes de la rotunda Sad Song y en el ambiente aún flotan sórdidas escenas de celos y maltrato –Caroline Says II–, reproches cargados de odio –Oh, Jim–, instantáneas de adicción y drogodependencia –How Do You Think It Feels– y amargas reflexiones sobre las diferencias sociales –Men Of God Fortune–.

Lou Reed - Caroline Says Pt. II - Lou Reed

La atmósfera es irrespirable y, quizá en un intento por disipar esa nube tóxica, Reed prologa la actuación con una desengrasante tanda de bises –Rock Minuet, la siempre efectiva Sweet Jane y una escalofriante Candy Says interpretada por Antony– que no hace más que prolongar la agonía. El público aplaude, sí, pero el mal ya está hecho. «En Berlín, junto al muro, medías un metro setenta y cinco. Fue muy agradable».


Sad song - Lou Reed

(Artículo publicado orginalmente en el suplemento ABC De Las Artes y Las Letras el 22 de noviembre de 2008)

El poder del pensamiento negativo



Si un Phil Spector (aún más) enloquecido hubiese inyectado a los Beach Boys una enfermiza dosis de distorsión y electricidad, el resultado, no lo duden, hubiese sido éste. The Jesus & Mary Chain. El pop después del pop y el ruido antes del ruido. Sí, piensen mal y acertarán.

“The Power Of Negative Thinking”. Así es como han bautizado los escoceses su jugosa y completísima recopilación de caras B, maquetas y versiones; una impresionante caja de cuatro discos que rezuma fuzz y leche y reescribe la historia de los hermanos Reid a partir de apuntes suelos, maquetas ratoneras y lecturas alternativas de su propio repertorio.


A pesar de que el disco no repesca ni uno sólo de los temas "oficiales" de la banda, sí que aparecen insólitas versiones de "Surfin' U.S.A" (The Beach Boys), "My Girl" (The Temptations) y "Tower Of Song" (Leonard Cohen); singles primerizos como "Upside Down" y numerosos descartes de discos como "Psychocandy", "Darklands" y "Automatic".

Son, en total, más de ochenta temas
que corrigen y aumentan todo lo expuesto en "Barbed Wire Kisses", álbum que hace dos décadas activó la mecánica de servir aún calientes las sobras que no cabían en el plato principal. En este caso, sin embargo, las sobras de The Jesus & Mary Chain alimentan tanto como los menús completos de tantas otras bandas.


Joy Division por Joy Division



Se pudo ver en la pasada edición del In-Edit y, a la espera de que alguien se anime a desatascar el estreno de “Control”, es la mejor manera de adentrarse en el universo de Ian Curtis y Joy Division, la banda que transformó el “que te jodan” del punk en un rotundo “estoy jodido” vista por el realizador británico Grant Gee. “Joy Division”. El título lo dice todo.

No hay apenas paja ni fotogramas anecdóticos en una cinta que, rigurosamente documentada, recoge testimonios de casi todos los implicados –sólo se echa de menos a Debbie, viuda de Ian Curtis, quien declinó participar en el proyecto después de ver que “Control” no se acabó ajustando a sus pretensiones- y evidencia la pasividad de Bernard Summer, Peter Hook y Stephen Morris ante la progresiva destrucción de su compañero de banda.



No es que salgan demasiado bien parados los actuales miembros de New Order. Les ves sentados frente a la cámara reconociendo que podían haber hecho algo para evitar que el cantante acabase ahorcándose pero que no lo hicieron y no sabes qué pensar.

Aún así, la palma se la lleva Peter Hook. Y no tanto porque el día del funeral de Curtis decidiera quedarse acodado a la barra del pub, sino por la media sonrisa que se le escapa cuando asegura que no prestó atención a las letras de "Closer", el disco póstumo de la banda, hasta que aparecieron publicadas en un libro unos cuantos año más tarde.

En fin. Cosas como estas ayudan a entender la pose de hoolingan cervecero e irrespetuoso con la que Hook despachó el "Love Will Tear Us Appart" en la actuación de New Order en el Primavera Sound de 2005.

¿El pop? Bien masticadito, gracias



Aunque su fama de blanditos y ñoños les haya convertido en uno de los sparrings favoritos de la prensa musical, lo cierto es que los británicos Keane se han ganado a pulso su condición de fenómenos de la intrascendencia a fuerza de atrincherarse en las melodías almibaradas y deshuesas de hace dos décadas. Estamos en 2008, pero el trío de Sussex triunfa con una propuesta que, ajena al curso natural de la historia del pop, navega con la brújula averiada y un calendario que parece haberse detenido en 1986.

Se dice que la banda liderada por el vocalista Tom Chaplin es el producto ideal para la gente a la que no le gusta el pop pero, visto lo visto el domingo en un Razzmatazz abarrotado, sería más correcto afirmar que los británicos provocan estragos entre quienes disfrutan del pop bien masticadito y a medio regurgitar.

Keane son épica desnatada y pop repeinado, sí, pero sobre todo son la suma de unas influencias mucho más ambiciosas que unas canciones, las suyas, que se limitan a releer el libro de estilo de Simple Minds –“Spiralling” se llevó la palma sonó a calco puro y duro- remezclándolo con citas a U2, A-ha, Jennifer Rush y el Bowie menos reivindicable de mediados de los ochenta. Ésas son sus credenciales y ahí lo de menos es que toquen el piano, la guitarra o las castañuelas: se esfuerzan tanto los británicos por sonar intensos, apasionados y convincentes que parece que en cualquier momento se les vayan a rasgar las costuras y se les vayan a quedar todos los referentes desparramados por el escenario.

Aún así, el mayor problema de Keane no es tanto su nula capacidad para aportar algo nuevo como que, cuatro años y dos discos después de “Hope And Fears”, sigan siendo incapaces de encontrar singles a la altura de “Somewhere Only We Know”, “This Is The Last Time”, piezas que les catapultaron al éxito y que marcaron el domingo los picos de intensidad de un recital vistoso y centelleante pero completamente anodido. ¿El pop? Bien masticadito, gracias.

En el país del drone naciente

«Los japoneses no tienen alma. Prefieren lo americano, ir uniformados». Así de contundente se mostraba el laudista Kawabata Makoto cuando se le preguntaba sobre el estado de la cuestión de la música japonesa.

Lo que quizá no sabía el fundador de los alucinados Acid Mothers Temple es que si los japoneses no tienen alma es porque la deben haber vendido al mejor postor a cambio de poder moverse como pez en el agua por los extremos más afilados del espectro sonoro, esos en los que habitan artistas como Merzbow, Fushitsusha, o, rebajando el octanaje, Polysics, cuyo reciente trabajo, We Ate Machine, parece la conclusión lógica a una época de excesos metalúrgicos y relecturas a ciegas del imaginario cultural anglosajón.

Boris_ Statement


Atrás quedan aquellos tiempos en los que las buenas nuevas de Oriente hablaban de Pizzicato Five, la escena de Shibuya y el pop meloso sobrecargado de parafernalia «kitsch». Con la progresiva mutación de los drones en intempestivas descargas de ruido, el «underground» nipón descubrió que el «noise» puro y duro podía ser una manera de expresión tan válida como cualquier otra.

Merzbow, Violent Onsen Geisha, Massona y Hanatarash empezaron a dar qué hablar dando forma al ruidismo japonés, pero ha sido en los últimos años cuando ciudades como Tokyo y Osaka se han entregado a la exportación de toda clase de atrocidades sonoras que, lindando casi siempre con el «metal» y el rock de vanguardia pasado de revoluciones, no entiende de medias tintas.

Merzbow_ Minus Zero

No es casualidad que incluso un esteticista como Cornelius, prestidigitador del pop más detallista, pierda los papeles en directo y anude electrónica detallista con furibundas dentelladas de guitarra con pasmosa facilidad.

Aún a medio domesticar, el subsuelo nipón anda la mar de entretenido esquivando las acometidas de Boredoms, Boris y Nissenenmondai, nuevas bestias pardas de un rock oriental al que se suman ahora, casi por oposición, los histriónicos Polysics, delirantes guerrilleros del revival «new wave» que se ha propuesto amortiguar las salidas de tono de sus compatriotas con una mezcla de electrónica casera, pop elástico y «punk» virulento. Acaban de publicar We Ate Machine, álbum que, más allá de perpetuar su condición de replicantes de Devo, viene a aportar la enésima evidencia de hasta qué punto los japoneses se han propuesto desviar a sartenazos el curso natural de la historia de la música popular. La suya y, claro, también la de los demás.



Polysics_ Electric Surfin' Go Go

(Artículo publicado orginalmente en el suplemento ABC De Las Artes y Las Letras el 1 de noviembre de 2008)

Marchando una de parecidos razonables

Algunos lo llaman inspiración, otros plagio y los hay que prefieren ventilar el asunto aludiendo a a las leyes del azar y la casualidad, pero lo cierto es que si hay una regla universal que pueda aplicársele al pop es que todo vale. Desde calcar melodiar a fusilar canciones o escudarse en unos parecidos casuales que resultan, como mínimo, intrigantes. He aquí unos cuantos ejemplos de como el pop se retroalimenta a sí mismo ya sea de manera consciente o no.

Caso 1: Alizée vs. Coldplay

Alizée_J'en Ain Marre (2003)


Coldplay_Viva La Vida (2008)


Caso 2: The Stranglers Vs. Antònia Font

The Stranglers_Golden Brown (1981)


Antònia Font_Holiday (2004)


Caso 3: The Hollies Vs. Radiohead

The Hollies_The Air That I Breath (1974)


Radiohead_Creep (1993)


Caso 4: Nacho Vegas Vs. Bishop Allen

Nacho Vegas_El hombre que casi conoció a Michi Panero (2005)


Bishop Allen_ The News From Your Bed (2007)


Caso 5: The Specials Vs. The Dandy Warhols

The Specials_ Little Bitch (1979)


The Dandy Warhols_Bohemian Like You (2000)

Anestesiando la belleza con Lambchop


La belleza nunca ha sido un problema para Kurt Wagner. Tanto tiempo puliendo suelos y encerando tarimas de madera deben haberle enseñado la importancia de un buen acabado, algo que se nota en el mimo y la bellísima factura con la que viene resolviendo sus citas con el estudio desde mediados de los noventa. Oh (Ohio) no es ninguna excepción y, después del revés trágico de Damaged, el barítono de Nashville se acomoda de nuevo en la sublime parsimonia del soul a medio derretir para firmar un álbum que, como How I Quit Smoking y Nixon, rezuma belleza, emoción y sabiduría.

A pesar de que hubo un tiempo, más o menos a la altura de Is A Woman, en el que ese elogio de la lentitud y la calma amenazó con convertirse en un recurso desapasionado, Oh (Ohio) recupera la mejor versión de una banda que, en formato reducido –son ocho, pero habían llegado a ser veinte–, acaricia suavemente sus instrumentos y destila la esencia de la música de raíces norteamericana para disipar cualquier atadura estilística y firmar maravillas atemporales como National Talk Like A Pirate Day, A Hold Of You y Sharing A Gibson With Martin Luther King Jr. No se limitan los estadounidenses a abrillantar melodías y avivar la llama de su contry-soul intimista, sino que consiguen que, durante unos minutos. las cosas parezca más bellas y hermosas. Mejores.



(Texto publicado originalmente en el suplemento ABCD Las Artes Las Letras el 20 de octubre de 2008)

Al Green, el gran predicador del soul

Al Green inyectó un poco de soul al Festival de Jazz de Barcelona

Fue breve, apenas una hora y cuarto, pero si alguien hubiese acercado un termómetro al escenario de L'Auditori de Barcelona, a buen seguro que el mercurio se habría desintegrado. Setenta y cinco minutos de historia viva alimentando las calderas de la música negra con carbón del bueno. No necesitó más Al Green, el reverendo Green, para demostrar que su voz aguanta el paso de los años de forma prodigiosa e inflamar un recinto que, en la recta final de la sensacional e inmensa "Love And Happines", ya se había entregado por completo a la euforizante ceremonia de esta leyenda del soul en plena forma.

Acompañado por una nutrida sección instrumental, el autor de "Sha La La (Make Me Happy)" no se anduvo con demasiados rodeos y, ya desde la inaugural "I Can't Stop", se adueñó del escenario y desplegó con maestría su ritual de guiños, cabriolas vocales y enérgicos movimientos. A sus 62 años, Green no paró quieto ni un momento y firmó una monumental exhibición de fuerza mientras aprovechaba cualquier momento para repartir rosas entre el público femenino y deslizar proclamas religiosas y amorosas.

Verlo sobre el escenario moldeando a su antojo la intensidad de las canciones, subiendo y bajando el ritmo y frenando en seco las interpretaciones de "Everything's Gonna Be Alright" y "How Can You Mend a Broken Heart" para, acto seguido, conducirlas hacia un acalorado clímax, es una de esas experiencias que le cargan a uno las pilas para lo que queda de semana.

Sonaron imponentes versiones de "Let's Stay Together" y "Tired Of Being Alone", pero acaso uno de los momentos más insólitamente intensos fue ese medley en el que atacó fragmentos de canciones de The Four Tops, The Temptations, Sam Cooke y Marvin Gaye, clasicazos del género mil veces versionados que, sin embargo, sonaron en boca de Green como recién salidos del horno, con un fuelle y una fuerza fuera de lo común. Enorme. "Si Dios me ha dado el don de conmover a la gente, ¿cómo oponerme a su voluntad?", ha dicho Green en alguna una ocasión. Y, ante una afirmación así, sólo hay una respuesta posible: Amén.

Lou Reed, poeta por un día

El músico neoyorquino aterriza en Kosmopolis para ofrecer un recital de poesía catalana acompañado “virtualmente” por su esposa, Laurie Anderson. Esta es la versión larga del texto que, por cambios de última hora, aparece en versión jibarizada aquí.



No es fácil cazar a Lou Reed en un renuncio. Tanto tiempo escarbando en busca de palabras y encajando rimas y jugando con las palabras le ha conferido al músico neoyorquino una agilidad verbal que nada tiene que ver con ese rostro enjuto y marmóreo con el que observa cuanto le rodea. No mueve un música, pero su cerebro trabaja deprisa. Lo sabe bien ese periodista que, deseoso de arrancarle alguna declaración sobre la crisis económica, le preguntó si confiaba en los bancos de su país y destapó sin querer la caja de los truenos. “¿Bancos americanos? Un gran tema, pero estamos hablando de literatura”, contrarrestó Reed, devolviendo la pelota con un revés envenenado. “¿Por qué no hablamos mejor de los vascos? Sí, del conflicto vasco. ¿Estás a favor o en contra? ¿No te preocupa? Yo estoy interesado en todos estos conflictos, ya que todos los países tienen alguno y sus consecuencias nos acaban afectando a todos?”, aseguró Reed ante el estupor general.

El autor de "Transformer", de visita en Barcelona para participar en el festival Kosmopolis con un recital de poesía catalana y presentar “Travessa el foc: recull de lletres” (Empúries), volumen que recoge todas las letras de sus canciones desde 1967, no tardó en zafarse de las apreturas promocionales y abrió fuego contradiciendo al director del Grup 62, Fèlix Riera, quien minutos antes le había presentado como un creador oscuro. “Me empieza a cansar que se diga que soy oscuro. A quienes dicen eso les diría que leyesen 'Macbeth', 'Hamlet' o ·'El Rey Lear' o a Edgar Allan Poe. Suele decirse que 'The Bed', de 'Berlin', es una canción que deprime pero, ¿y qué hay de 'Otelo'?”, señaló Reed, para quien su visión del mundo es estrictamente realista. “Hace años, en Nueva York se editaba un diario en el que únicamente se publicaban noticias felicias. A mí me interesan el mundo real y las noticias reales, no las felices”, añadió.

Será por eso que, acto seguido y después de bromear sobre que si Obama no ganaba las próximas elecciones “tendrían que trasladarse a Barcelona”, Reed pidió que alguien le explicase lo que estaba ocurriendo con Federico García Lorca. “Me ha interesado mucho toda esta historia de que quieren exhumar su cadáver así que, come on, explicadme qué pensáis”. No es la primera vez que el cantante y compositor muestra su admiración e interés por el autor de “Poeta en Nueva York”. De hecho, recordó su paso por Huerta de San Vicente de Granada, la Casa-Museo de Federico García Lorca, donde conoció a la sobrina del poeta y descubrió la guitarra “que Lorca se colocaba justo encima del corazón cuando tocaba”.

“Ya me han dicho que no confunda la poesía catalana con la española”, reconoció Reed quien, sin embargo, se mostró mucho menos explícito sobre su relación con el poemario catalán. Uno de sus primeros contactos, asegura, fue el espectáculo Made In Catalunya en el que recitó poemas Joan Brossa, Salvador Espriu, Josep Carner, Joan Vinyoli, Joan Salvat Papasseit, Carles Riba, Pere Gimferrer o Miquel Martí i Pol junto a Patti Smith y Laurie Anderson. Fue en marzo de 2007 en Manhattan y, según explica, su conocimiento de la poesía catalana había sido más bien discreto hasta ese momento. Aún así, Reed reconoció que algunos de estos poemas los siente “muy próximos”, como si los hubiese escrito él mismo. Esta noche repetirá la experiencia en el Hall del Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona acompañado a distancia por su esposa, Laurie Anderson, quien participará en el montaje desde Berkley a través de una conexión en tiempo real.




Lou Reed, en marzo de 2007, recitando "América", d'Enric Cassases

Paul Weller, una leyenda sin fecha de caducidad



A Paul Weller te lo acabas creyendo haga lo que haga. Ése es su secreto y lo que le ha permitido mantenerse en activo durante más de tres décadas. Incluso cuando su carrera en solitario se había convertido en un socorrido refugio para seguir abrillantando ese soul-rock adulto tan poco apasionante, sus directos seguían conservando ese plus de elegancia y vigor propio de alguien que acumula horas de vuelo y pasados históricos al frente de The Jam y The Style Councyl. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado y el espléndido «22 Dreams» ha equilibrado por fin la balanza. El último disco del británico no sólo ha dignificado su discografía más reciente, sino que ha revitalizado una puesta en escena en la que Weller se quita de encima diez o quince años con una facilidad pasmosa.

Acompañado por el respaldo instrumental de Steve Cradock (guitarras), Andy Lewis (bajo), Andy Crofts (teclados) y Steve Pilgrim (batería), el hombre que rechazó una condecoración como Comandante del Imperio Británico se reencontró el viernes en el Espacio Mivistar de Barcelona con la mejor versión de sí mismo y, durante casi dos horas, exhibió con todo lujo de detalles el inesperado repunte creativo que ha acompañado a su último trabajo. Enérgico, brioso y crispado, Weller se vació para firmar una primera hora sencillamente memorable, con ágiles diálogos entre guitarras y teclados y rotundas y veloces versiones de «Wild Blue Yonder», «Paper Smile», «For The Floorboards Up», «Changingman» y «All I Wanna Do (Is Be With You)». Como en sus mejores tiempos, el autor de «In The City» trenzó su voz a unas detonaciones de pop urgente y correoso que, poco a poco, se fueron transformando en inyecciones de soul estilizado y pinceladas de psicodelia.

(Setlist de Weller en Barcelona, aunque a partir de "One Bright Star" lo cambió completamete)

Fue justo después de «Shout To The Top», cita añeja a The Style Council y vendaval rítmico que puso la pista del Espacio Movistar patas arriba, cuando el concierto perdió algo de intensidad y el autor de «Wild Wood» se centró en su faceta más ensimismada con dilatadas excursiones instrumentales -«Porcelain»- y recesos acústicos -«Night Lights», «The Butterfly Collector»- que enfriaron un tanto el rumbo de la noche. No fue, sin embargo, más que un descanso para recuperar fuelle y preparar la estocada final, un golpe de gracia que empezó a fraguarse con los calambrazos de «Echoes Round The Sun» y «Come On» y que desembocó en una espléndida tanda de bises en la que Weller, eufórico y desbocado, no tuvo más remedio que acordarse de The Jam y rescatar «That´s Entertainment» y «A Town Called Malice», guiños finales que acabaron rubricando su condición de leyenda en plena forma y sin fecha de caducidad a la vista.


Muere Levi Stubbs


Levi Stubs (el primero por la derecha) junto al resto de Four Tops

Pues sí, siempre se mueren los mejores, Levi Stubbs era de los buenos. Pero de los buenos-buenos de verdad, un cantante con un ciclón en la garganta que, además de liderar a los Four Tops, hizo de la elegancia y el poderío vocal uno de los rasgos distintivos de la Motown, sello para el que despachó más de 50 millones de copias. Frecuentemente comparado con Frank Sinatra, Stubbs falleció ayer en Detroit después de ocho años apartado de los escenarios debido a cáncer y a un derrame cerebral.

Busquen su voz en éxitos de la talla de "Baby I Need Your Loving", "I Can't Help Myself (Sugar Pie, Honey Bunch)", "Reach Out I'll Be There" y "Bernadette", clásicos inmarchitables que siguen marcando la historia del soul.

Can’t Forget The Motor City: caldeando el 50 aniversario de la Motown

¿Se puede resumir la historia de la Motown en sólo cinco canciones? Está claro que no, pero por intentarlo que no quede. Ese es el desafío que propone el legendario sello de Detroit ante la proximidad de su 50 aniversario: sondear las preferencias de su público, hacerles escoger sus cinco canciones favoritas y utilizar los resultados de las votaciones para confeccionar el repertorio de un nuevo recopilatorio que saldrá a la venta el próximo 2 de diciembre. Para votar basta con entrar aquí.

Teniendo en cuenta que el 99,9 por ciento de las canciones editadas por el sello entre 1959 y 1971 son obras maestras del pop –la segunda parte de la historia, la californiana, ya es otro cantar-, el reto es tremendamente complicado. Seguro que el protagonista de “Alta Fidelidad” –o, en su defecto, el mismísimo Nick Hornby- llevaría una semana despellejándose los dedos y mordiéndose las uñas intentando decidirse entre el “Let’s Get In On” de Marvin Gaye o el “Help Me Make It Through The Night” de Gladys Knight & The Pipes pero, ya saben, sólo se pueden votar cinco. Sí, cinco. En fin. Después de intentarlo, darle mil vueltas a la posible lista y dejar un sinfín de candidatos en la cuneta (doloroso, sí, pero es lo que hay), una posible versión de mi Top 5 Motown sería:

“Standing On The Shadows Of Love”__The Four Tops


“Ball Of Confussion"__ The Temptations


“Bernadette”__ The Four Tops


“Stoned Love”__The Supremes


“What’s Going On”__ Marvin Gaye


Y de propina:

"The Tracks Of Your Tears", de Smokey Robinson & The Miracles


"The Love You Saved", de The Jackson 5



Barcelona, del amor al odio

Una docena de escritores firman «Odio Barcelona», libro que airea las miserias de la capital catalana y denuncia su transformación en una «ciudad simulacro»


Se acabaron las palmaditas en la espalda. Como no todo van a ser mimos, carantoñas y encendidas declaraciones de amor del tipo ahora-te-hago-una-película-para-que-la-Sagrada-Familia-luzca-en-todo-el-mundo, empiezan a aparecer las primeras voces discordantes. Sí, también hay quien odia Barcelona y, peor aún, se atreve a explicar por qué. Atrás quedan esos tiempos en los que la ciudad sacaba pecho tras verse retratada en una película de Woody Allen, en un DVD de Bruce Springsteen o protagonizando la enésima declaración de amor de todos esos músicos que, en un alarde de originalidad propio de una ameba, cierran sus recitales con sofocados e intercambiables arrebatos folclóricos.


Ahora es el turno de las críticas, y de eso anda muy bien servido «Odio Barcelona», libro colectivo publicado por la editorial Melusina en el que una docena de jóvenes escritores airean las miserias de la capital catalana y denuncian su transformación en «un parque temático de vomitonas de niños Erasmus», como recoge Agustín Fernández Mallo en «Viaje-Experiencia Odio Barcelona», capítulo en el que el autor de «Nocilla Dream» transcribe las opiniones plasmadas en una máquina de escribir Olivetti por algunos transeúntes de la ciudad. «Odio Barcelona porque los bancos públicos son inservibles. Todos los barceloneses tenemos el culo plano. Tenemos el culo diseñado», se puede leer en uno de los pasajes más interactivos de un libro que, como buen artefacto de su tiempo, lleva varias semanas promocionándose por Internet a través de Myspace y tiene incluso un tráiler la mar de explícito colgado en Youtube en el que los autores bombardean metafóricamente la ciudad.

Para leer el artículo entero, haz click (o mejor, deja que sea el ratón quien lo haga) aquí.



Los discos, bendita enfermedad



Quienes coleccionamos discos a paletadas tendemos a pensar que estamos enfermos, que tanta estantería al borde del colapso y tanto metro cuadrado abombado por culpa de la música no puede ser nada bueno. Y puede que no lo sea pero, por fortuna, siempre habrá alguien que estará peor, más chiflado, completamente zumbado y, sí, mucho más enfermo. Es el caso de Paul Mawhinney, dueño de una descomunal discoteca -la mayor del mundo, dicen por ahí- que suma dos millones y medio de vinilos y más de 300.000 cedés. Casi nada. El caso es que Mawhinney quiere vender su colección de música por problemas de dinero y salud y no encuentra comprador. La colección está valorada en 50 millones de dólares, pero la falta de compradores le ha llevado a ponerla en el mercado por algo más de dos millones de euros. Vamos, que cualquiera que tenga unos milloncejos sueltos y espacio suficiente puede chafardear aquí.

Me entero de esto pocas horas después de descubrir que un amigo acumula en su casa más de 30.000 cedés y 10.000 vinilos, así que la ocasión viene que ni pintada para recuperar uno de los mejores momentos de "Pégate un tiro para sobrevivir", libro del periodista y crítico musical estadounidense Chuck Klosterman.

Tengo dos mil doscientos treinta y tres cedés. Aproximadamente el treinta por ciento de ellos los he recibido gratuitamente de sellos discográficos; esa cantidad representa menos del uno por ciento total de discos promocionales que recibo. Otro treinta por ciento de los dos mil doscientos treinta y tres discos los he escuchado menos de cinco veces, incluyendo uno (“The Best Of Peter, Paul And Mary) que ni siquiera he llegado a escuchar; sigue envuelto en celofán (lo tengo colocado junto a una copia de “Zen Arcade” de Hüsker Du con la esperanza de que, poco a poco, se fundan para formar una colección de caras B de los Pixies). (…) Tengo todo lo que Britney Spears ha sacado a la venta; eso se debe a que creo que algún día “lo necesitará”, a pesar de que no se me ocurre que podría generar dicha necesidad. Tengo más cedés que el noventa y nueve por ciento de los estadounidenses, pero menos que el cuarenta y cinco por ciento de mis amigos. Si descubro que un desconocido tiene más cedés que yo me siento intimidado y castrado. Pienso mucho en mis cedés. Me resulta extrañamente reconfortante mirarlos cuando estoy borracho”.


Sesteando con Mogwai


Después de "Mr.Beast" podía esperarse cualquier cosa. Cualquier cosa menos esto, claro. Y esto no es otra cosa que "The Hawk Is Howling", una tibia recapitulación con la que los autores de "Rock Action" se enroscan en sus propios tics, sacrifican vísceras en beneficio de análisis racionales y se olvidan de ese rock estomacal e inflamable que los convirtió en una de las bestias pardas del post-rock de los noventa. Ahora la bestia duerme y Mogwai sesetean con un disco técnicamente impecable y emocionalmente sedado. Eso sí: la espléndida "The Sun Smells Too Loud" pasa por ser una de las mejores canciones que han firmado los escoceses en los últimos años. Impagable también es el vídeoclip que alguien ha montado a partir de los restos de una delirante versión de “Apache” –sí, la de los Shadows- firmada por el danés Tommy Seebach.


Entrevista con Michael Stipe



R.E.M están en su mejor momento, Barack Obama será el próximo presidente de Estados Unidos y discos como "Up" y "New Andventures In Hi-Fi" mejoran con el tiempo. Todo esto y algunas cosas más me contó Michael Stipe en una entrevista que apareció ayer en el diario ABC. Fueron sólo diez minutos de conversación telefónica -una birria, lo sé-, pero tampoco es tan normal que el líder de R.E.M descuelgue el teléfono para embarcarse en una sesión de promoción express. Será que después del batacazo del Doctor Loft, los de Athens no quieren más sorpresas. Como propina, aquí va una toma en directo en "Man Sized-Wreath" grabada para una televisión francesa.


Dime dónde tocas...


Si ayer eran los taxis londinenses y las Black Cab Sessions, el turno es hoy para los “Concerts a Emporter” de La Blogotheque, web francesa que gusta de poner a tocar a sus invitados en los lugares más insólitos. De momento ya se ha podido ver a Vampire Weekend cantando por la calle, a Arcade Fire asardinados en un ascensor, a R.E.M en una furgoneta y con el conductor utilizando el volante como instrumento de percusión, a The Hidden Cameras en la orilla de un canal, a Animal Collective en un carrito de supermercado, a Elvis Perkins en unos grandes almacenes parisinos… Otra buena demostración de que, pese a los lloriqueos de la industria, siempre habrá quien vaya un paso por delante con soluciones imaginativas y sugerentes.


¿Necesitas un taxi?

Mientras por aquí la Renfe decide prescindir de hilo musical, los británicos continúan perfeccionando las Black Cab Sessions, insólitas pildorillas musicales grabadas en el interior de un taxi londinense en las que ya han participado Daniel Johnston, Micah P. Hinson, Damien Jurado, The New Pornographers, Death Cab For Cutie, Fleet Foxes o Badly Drawn Boy, entre muchos otros. El último capítulo lo protagoniza Brian Wilson, quien anuda la reciente "That Lucky Old Sun" a la histórica "California Girls". Un ejemplo perfecto de arte espontáneo y en movimiento.

Okkervil River __ Pop Lie




"He's the liar who lied in his pop song,

and you're lying when you sing along"

El pop es mentira; las canciones son un timo y el cantante no es más que un farsante que lo tiene todo calculado para arrastrarte hacia su mentira. Lo explica Will Sheff en "Pop Lie", una de las gemas del soberbio "The Stand Ins", el nuevo álbum de Okkervil River. El vídeo, cutre y ratonero, es lo mejor que he podido encontrar.



Pop Lie - Okkervil River

Quince años de "In Utero"


El pasado domingo, 21 de septiembre, se cumplieron 15 años de la edición de "In Utero", último álbum "en vida" de Nirvana y disco que dio el carpetazo definitivo al grunge. Fue, como recordaba Nando Cruz en un artículo publicado ayer en El Periódico de Cataluña, un disco desafiante con el que Kurt Cobain trató de amortiguar el impacto mediático de "Nevermind" y recobrar de nuevo las riendas de su carrera. No lo consiguió y, apenas siete meses después de la edición del disco, la historia acabó como todo el mundo sabe.