El paraíso perdido de Wavves


Teníamos la playa de los Beach Boys, Atlántida del pop hacia la que se han embarcado centenares de banda en busca de melodías gozosas, estribillos acaramelados y atardeceres anaranjados y, después de varios años de especulación, expansión inmobiliaria y urbanización salvaje, lo que tenemos ahora es un paraíso artificial superpoblado y flanqueado por bloques de cemento.

El oasis salvaje del pop, sobreexplotado y convertido en una urbanización de lujo para veraneantes de fin de semana.

No es el caso de Nathan Williams, jovencísimo geniecillo que es esconde tras Wavves y a quien su amor por la banda de Brian Wilson le ha llevado a utilizar las melodías de los californianos como trampolín para precipitarse sobre un pop ruidoso, desencajado y brioso que anuda el espíritu efervescente de los sesenta a los actuales excesos ruidistas.

El resultado de tan temeraria pirueta es “Wavvves”, un disco que suma uves como si fuesen galones y que, a pesar de coleccionar palabras fetiche como “beach”, “California” o “sun”, poco o nada tiene que ver con el pop tornasolado y amable del que asegura beber. Esto, tan arisco, seco y oxidado, es una vieja hormigonera que deglute capirotazos de distorsión descontrolada, falsetes ahogados por las guitarras y ritmos enredados en una drástica concepción de la baja fidelidad. Es, para entendernos, lo que habrían hecho No Age con el “Distortion” de los Magnetic Fields.

Siguiendo al pie de la letra el libro de estilo de The Jesus & Mary Chain y picoteando disimuladamente de la electrónica chatarrera –“Rainbow Everywere”– y el ruido a chorro –“Summer Goth”–, “Wavvves” huele a playa, sí, pero justo después de la tormenta, cuando el mar anda revuelto y la marea ha arrastrado hasta la orilla toneladas de chatarra y desperdicios.

El de San Diego es como Brian Wilson con una inyección de estimulantes y una capa de mugre que convierte el sonido en una baliza de caos y distorsión y guía el rumbo del nuevo pop estridente y corrupto. Aún así y a pesar de su espíritu premeditadamente espartano, a Williams se le escapan, se diría que casi sin querer, estupendos e infecciosos himnos dislocados como “So Bored”, “No Hope Kids”, “Gun In The Sun” o “To The Dregs”, sarpullidos melódicos intoxicados con cianuro que componen el flamante paraíso natural de Wavves.

David Morán



(Artículo publicado originalmente en el suplemento ABCD Las Artes y Letras el 14 de marzo de 2009)

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