Al Green, el gran predicador del soul

Al Green inyectó un poco de soul al Festival de Jazz de Barcelona

Fue breve, apenas una hora y cuarto, pero si alguien hubiese acercado un termómetro al escenario de L'Auditori de Barcelona, a buen seguro que el mercurio se habría desintegrado. Setenta y cinco minutos de historia viva alimentando las calderas de la música negra con carbón del bueno. No necesitó más Al Green, el reverendo Green, para demostrar que su voz aguanta el paso de los años de forma prodigiosa e inflamar un recinto que, en la recta final de la sensacional e inmensa "Love And Happines", ya se había entregado por completo a la euforizante ceremonia de esta leyenda del soul en plena forma.

Acompañado por una nutrida sección instrumental, el autor de "Sha La La (Make Me Happy)" no se anduvo con demasiados rodeos y, ya desde la inaugural "I Can't Stop", se adueñó del escenario y desplegó con maestría su ritual de guiños, cabriolas vocales y enérgicos movimientos. A sus 62 años, Green no paró quieto ni un momento y firmó una monumental exhibición de fuerza mientras aprovechaba cualquier momento para repartir rosas entre el público femenino y deslizar proclamas religiosas y amorosas.

Verlo sobre el escenario moldeando a su antojo la intensidad de las canciones, subiendo y bajando el ritmo y frenando en seco las interpretaciones de "Everything's Gonna Be Alright" y "How Can You Mend a Broken Heart" para, acto seguido, conducirlas hacia un acalorado clímax, es una de esas experiencias que le cargan a uno las pilas para lo que queda de semana.

Sonaron imponentes versiones de "Let's Stay Together" y "Tired Of Being Alone", pero acaso uno de los momentos más insólitamente intensos fue ese medley en el que atacó fragmentos de canciones de The Four Tops, The Temptations, Sam Cooke y Marvin Gaye, clasicazos del género mil veces versionados que, sin embargo, sonaron en boca de Green como recién salidos del horno, con un fuelle y una fuerza fuera de lo común. Enorme. "Si Dios me ha dado el don de conmover a la gente, ¿cómo oponerme a su voluntad?", ha dicho Green en alguna una ocasión. Y, ante una afirmación así, sólo hay una respuesta posible: Amén.