¿El pop? Bien masticadito, gracias



Aunque su fama de blanditos y ñoños les haya convertido en uno de los sparrings favoritos de la prensa musical, lo cierto es que los británicos Keane se han ganado a pulso su condición de fenómenos de la intrascendencia a fuerza de atrincherarse en las melodías almibaradas y deshuesas de hace dos décadas. Estamos en 2008, pero el trío de Sussex triunfa con una propuesta que, ajena al curso natural de la historia del pop, navega con la brújula averiada y un calendario que parece haberse detenido en 1986.

Se dice que la banda liderada por el vocalista Tom Chaplin es el producto ideal para la gente a la que no le gusta el pop pero, visto lo visto el domingo en un Razzmatazz abarrotado, sería más correcto afirmar que los británicos provocan estragos entre quienes disfrutan del pop bien masticadito y a medio regurgitar.

Keane son épica desnatada y pop repeinado, sí, pero sobre todo son la suma de unas influencias mucho más ambiciosas que unas canciones, las suyas, que se limitan a releer el libro de estilo de Simple Minds –“Spiralling” se llevó la palma sonó a calco puro y duro- remezclándolo con citas a U2, A-ha, Jennifer Rush y el Bowie menos reivindicable de mediados de los ochenta. Ésas son sus credenciales y ahí lo de menos es que toquen el piano, la guitarra o las castañuelas: se esfuerzan tanto los británicos por sonar intensos, apasionados y convincentes que parece que en cualquier momento se les vayan a rasgar las costuras y se les vayan a quedar todos los referentes desparramados por el escenario.

Aún así, el mayor problema de Keane no es tanto su nula capacidad para aportar algo nuevo como que, cuatro años y dos discos después de “Hope And Fears”, sigan siendo incapaces de encontrar singles a la altura de “Somewhere Only We Know”, “This Is The Last Time”, piezas que les catapultaron al éxito y que marcaron el domingo los picos de intensidad de un recital vistoso y centelleante pero completamente anodido. ¿El pop? Bien masticadito, gracias.

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