Calexico, la penúltima frontera



Cosa seria lo de Calexico. Demasiado seria, incluso. Acordeones quejumbrosos y trompetas mariachi; guitarras slide peinando el desierto y teclados arenosos; ritmos reciclados de un cementerio de aviones y melodías en equilibrio sobre el alambre de la frontera; Ennio Morricone y fiesta loca…

Un momento: ¿fiesta loca? Pues va a ser que no. O no del todo. O, mejor dicho, solo a ratos. Sí, los Calexico que salieron el martes a hombros de una abarrotadísima sala Apolo eran los mismos que hace seis años pusieron del revés La Paloma –ellos, dale que dale y los Marichi Luz de Luna, sopla que sopla- pero, al mismo tiempo, eran una banda completamente diferente. Más espesa y descentrada. Menos fronteriza y con unas inquietudes viajeras más turísticas que exploradoras.

Se veía venir. No hay más que rebobinar hasta “Garden Ruin”, álbum con el que Joey Burns y John Convertino quisieron ir más lejos y se acabaron tropezando con una versión más convencional de sí mismos, para ver que algunas piezas ya no encajaban en el universo de Calexico.

Los de Tucson, paladines del rock fronterizo y especiado, jugando a hacer rock a secas. El reciente “Carried To Dust”, vuelta de tuerca mestiza con la que profundizan, vía México, en los sonidos latinoamericanos en general y chilenos en particular, ha vuelto a poner las cosas en su sitio, pero sus directos cargan aún con cierto lastre rockero y chapotean alegremente en la charca del mestizaje más superficial. Andaban por ahí Jairo Zavala y Amparanoia y entre todos acabaron dando forma a una extraña enchilada de referencias mal digeridas, canciones oídas a medias y estilos arrejuntados sobre el escenario de cualquier manera.

Ah, y también cayó una versión del "Alone Again Or" de Love.

Para entendernos: cuando se ponen en plan locomotora tex-mex, con las trompetas soplando en “Quattro (World Drifts In)” lo suyo es imparable y contagioso, pero su reconversión en estrellas del pop con un mundo en la mochila no cuela. Son grandes en lo suyo, envenenando el rock de secano con especias mexicanas y pervirtiendo sus canciones con densas brumas cinematográficas, pero sus intentos por explorar más allá de la frontera no hacen más que dejar al descubierto sus carencias.

Ya se sabe que quien mucho abarca poco aprieta, y con los Calexico que aterrizaron en Barcelona cada nueva canción parecía un mundo que ordenar, edificar y repoblar.

Y así, claro, no hay manera.

David Morán

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